miércoles, 8 de octubre de 2014

Tragedia del Morro Castle

 El desastre del Morro Castle

Una de las tristemente célebres tragedias de la historia naval de Cuba, que protagonizó un lujoso barco de pasaje que cubría la ruta La Habana-Nueva York y que el 8 de septiembre de 1934 sufrió un incendio que se desató en su biblioteca. En poco tiempo las llamas se hicieron incontrolables y se extendieron rápidamente por salones, camarotes y cubierta, muriendo más de un centenar de sus pasajeros frente a las costas de Nueva Jersey. El suceso conmovió a la prensa y la sociedad cubana de la época, pasando el trasatlántico Morro Castle a la lista de las grandes catástrofes en el mar.

Veinticinco años después de la tragedia del Valbanera, el 8 de septiembre de 1934, se incendiaba el Morro Castle. Justo horas antes del inicio del incendio hubo un presagio de la tragedia. El capitán del buque murió de un ataque al corazón mientras se celebraba la fiesta con que la compañía naviera agasajaba a los pasajeros en su última noche en el barco. Hasta ese momento se le consideraba una embarcación bien segura, pues contaba con equipamiento tecnológico bastante adelantado para la época, estaba dotada de un sistema de detección de humo y de un servicio de extinción de incendios a base de reactivos químicos; por ello se le tenía como una nave absolutamente segura, pero lamentablemente los sistemas no funcionaron cuando debieron hacerlo.

Para agravar la situación, el oficial que quedó al frente de la nave por la muerte del capitán, no tomó, según se dice, las decisiones correctas y, sin proponérselo, aceleró la propagación del incendio de forma tal que en unas horas el Morro Castle quedó convertido en una antorcha flotante.


 Características del buque

El Morro Castle era un lujoso crucero, con 11 300 toneladas de desplazamiento y 503 pies (153,3 metros) de eslora. Su sistema de propulsión estaba integrado por dos poderosas turbinas de vapor, de 16 000 caballos de fuerza, que le permitían mantener una velocidad media de 20 nudos (36 kilómetros por hora). Como toda embarcación de su género disponía de espaciosos restaurantes, tiendas, salones y cámaras de varias clases y verdaderos apartamentos de lujo.


 Los exitosos cuatro primeros años

El viaje inaugural del Morro Castle comenzó el 23 de agosto de 1930. El mismo cumplió las espectativas, completando las más de 1100 millas en su viaje de ida exactamente en 59 horas, mientras el viaje de regreso le tomó solamente 58 horas. En los primeros cuatro años de explotación, ambos buques se convirtieron en los lujosos caballos de batalla de la naviera. Muy raramente estuvieron fuera de servicio en todo ese tiempo, a pesar de los efectos negativos de la Gran Depresión que se sufria en los Estados Unidos, siendo capaces de mantener una clientela habitual y repetitiva en el disfrute de sus servicios.

Gran parte del éxito se debió a los efectos de la Ley Seca. Estas regulaciones no le eran aplicables a los ciudadanos americanos, mientras durara su permanencia a bordo, por lo que se podían consumir considerables cantidades de alcohol, y lo más importante, de manera legal, en unas interminables fiestas alcohólicas.

Al mismo tiempo, el hecho de mantener precios relativamente baratos, permitía que fuera una opción muy atractiva para hombres de negocio cubanos y norteamericanos, convirtiendo al barco un proverbial microcosmos de Norteamérica. Tal como en los cruceros de hoy en día, la alimentación a bordo era muy variada y satisfactoria.


 Comienzo del incendio

El día fatal cubría la ruta La Habana-Nueva York, con 400 pasajeros y 240 tripulantes a bordo, aunque otras fuentes consignan que transportaba a 558 personas en total. Soplaba un viento huracanado. La tragedia que marcó su fin tuvo lugar cuando la hermosa nave estaba por llegar a las costas de los Estados Unidos, por la costa de New Jersey, procedente de La Habana.

A eso de la medianoche del sábado 8 de septiembre de 1934, sin que nadie se percatase, se originó un fuego en la elegante biblioteca de la nave, situada en la cubierta C, el cual se extendió rápidamente hacia otros salones aledaños. Esto es, al menos, lo que recogen las versiones más generalizadas acerca de lo ocurrido. En esa cubierta se hallaban también un salón de estar y una sala de escritura.

Tres horas después, en la fría madrugada del Océano Atlántico, la luz y el calor de las llamas fueron detectados, seguidos por la orden de abandonar la nave. Esta terminante decisión nos induce a pensar que en ese momento ya el siniestro había alcanzado grandes proporciones y se había hecho incontrolable. Los camareros, mozos y demás miembros de la dotación cruzaron los corredores, llamando a los ocupantes de los camarotes. Al tocar, decían a los adormecidos pasajeros: ¡póngase el salvavidas y suba a cubierta!

Muchos pasajeros quedaron atrapados por las llamas en sus camarotes y los que pudieron llegar a las plataformas superiores, encontraban un panorama marcado por el caos más absoluto. Pocos atinaban a obedecer las instrucciones de dirigirse a los botes de salvamento, pues las recalentadas planchas de acero hacían imposible el caminar sobre ellas. Nunca se puso nunca en claro por qué no funcionó el sistema contra incendios y muchos se preguntaron por qué el telegrafista demoró tanto en transmitir la señal de auxilio.

Los botes salvavidas se hicieron a la mar llevando como promedio a unos 30 tripulantes y solo a dos pasajeros cuando disponían de 58 capacidades. Para mal de males, el primer oficial, que asumió el mando de la nave a la muerte del capitán, insistió en navegar de frente al temporal de viento, lo que hizo que las llamas se propagaran con más fuerza y rapidez.

Ya para entonces la planta radiotelegráfica transmitía sin cesar la trágica señal de auxilio.


 Destino de la nave

La desgracia de unos trajo la fortuna momentánea de otros. No faltó gente inescrupulosa que saqueó lo que pudo del barco para venderlo luego como souvenir, y cuando se acabaron las piezas verdaderas, vendió piezas falsas, mientras que el Morro Castle, o lo que quedaba de aquella lujosa embarcación, se convertía en atracción turística.

El barco que había quedado encallado en la costa en el Asbury Park, de New Jersey permaneció allí por muchos años hsta que fué desarmado y vendido como chatarra.

Causas del incendio

En la prensa de la época pronto comenzaron las especulaciones sobre las causas del incendio. Se habló de que había sido un rayo que cayó cerca de los depósitos de combustible, pero muy pronto surgió la teoría, ratificada a resultas de investigaciones exhaustivas de que en el Morro Castle hubo un sabotaje. Para los que así opinaban, la causa de la catástrofe había sido una pluma de fuente con un dispositivo de ignición dentro dejada en la biblioteca del barco.

La hipótesis del sabotaje sería comprobada 25 años después del suceso, por el investigador Thomas Gallagher, cuando señaló que George W. Rogers, radiotelegrafista-jefe en la nave, efectivamente había colocado el tal dispositivo en la biblioteca, y que ese era el causante de la catástrofe.

Los propósitos que lo movieron para tal proceder, se desconocen, pero el hecho de que el responsable del siniestro fuera el telegrafista-jefe explica porqué el Morro Castle no transmitió a tiempo sus llamados de auxilio. El telegrafista de guardia que se decidió a pedir ayuda lo hizo por su propia voluntad y sin haber recibido orden alguna en tal sentido. La empresa naviera Ward Line fue multada a causa del incendio y se condenó a penas de prisión a los oficiales del buque; sentencias que después fueron anuladas.

 

Trio Matamoros - El Desastre Del Morro Castle

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario